Acabo de llegar de un encuentro con una persona que me presentaron hoy, un hombre de Dios que me aseguró algo que quiero compartir con vosotros. Me animó a que cada día tocase y hablase con los miembros dañados de mi cuerpo, algo que me pareció extraño pero que no por ello voy a dejar de hacer, del mismo modo que cada día hablo con Dios con la convicción que me escucha.