Ayer volví a hacer mi entrenamiento en la casa del mar, ese espacio al que puedo acceder caminando y que me sirve como gimnasio al aire libre para seguir practicando aquellos ejercicios que mejoran mi cuerpo. Estuve entrenando una hora y media superando el límite que tenía de una hora en la que mi pierna izquierda se rendía, lo que me sorprendió bastante y me puso muy contenta. Mientras siga avanzando no dejaré de escribir para que otros enfermos como yo no se desanimen y sigan luchando, creo que es lo mínimo que puedo hacer. Dios baraja las cartas de la vida y a cada persona le toca jugar con las que le han tocado y lo mejor de cada uno se demuestra jugando.