Cada uno de nosotros tenemos la libertad para elegir cómo queremos actuar ante lo que la vida nos pone delante; Podemos aceptar con serenidad aquello que no nos gusta o podemos revelarnos. Yo hoy me he revelado y lo hice mal porque no supe expresar mi frustración, no conseguí gestionar mis emociones y por la tarde salí hasta el parque sola intentando ir lo más rápido posible para quemar toda la energía negativa que había acumulado. Yo tengo claro que tenía que haber actuado de otra manera, pero ahí está el misterio de la libertad humana. Yo puedo rechazar lo que me propone Jesús, porque Él no impone nada por la fuerza; puedo decir «no» a su propuesta, podemos decir «no» a Dios cuando el amor no supera al egoísmo.