Este domingo me propuse ir yo sola hasta la parroquia a celebrar la eucaristía, pues el camino lo tengo dominado y no me supone ningún esfuerzo, pero temia al momento en el que tenía que ir a tomar el pan, porque mi mano disponible la necesitaba para cogerlo y no podía ir con bastón, además del giro que tengo que dar para volver al banco. Iba tan concentrada en el paso que casi me equivoco de sitio, pero una buena persona me advirtió de mi error y pude cumplir mi objetivo. Todavía tengo que entrenar bastante para hacer lo que hice hoy con más seguridad y ahora que sé que lo puedo hacer dejaré que sean mis hijas las que decidan si quieren acompañarme.