Hoy por la mañana, mientras estaba haciendo los ejercicios de memoria me llamó mi amiga Maribel para ir a caminar al parque, algo que me vino muy bien al ser salvada por la campana, ya que acababa de discutir con Alberto y salir a que me diese el aire me venía muy bien. Por la tarde todavía me quedaba vigor y volví al parque, pero esta vez sola y a mi ritmo disfrutando de la soledad, que me sirvió para terminar de descargar los restos de energía negativa que había en mi interior, aunque principalmente para reflexionar sobre mi comportamiento matutino recordando que si quiero avanzar no puede quedar todo en buenas intenciones. Y aliviándome después con la lectura de un libro de Teresa de Jesús que me ayudó a que mi orgullo no me impidiera pedir perdón y que me serenó al recordar que muchas veces permite el Señor una caída para que el alma quede más humilde.