Este domingo me he despertado sin tiempo para ir a celebrar la Eucaristía y dediqué más tiempo del habitual a estar en intimidad con Jesús. Hice estiramientos y ejercicios de memoria y me preparé para vivir el día tal y como me propuso mi Maestro; sin miedo. Es increíble la seguridad que me da saber que el amor de Dios es tan estable y seguro que por ello no tenemos que temer a las tormentas de la vida. Vivamos, aunque sólo sea hoy, con la seguridad de que el amor de Dios hacia sus hijos es tan grande que nos garantiza vivir sin miedo.