Después de terminar la rehabilitación no puedo hacer otra cosa que darle gracias a Dios por el hecho de poder pagar a una fisioterapeuta siendo consciente de que no todos los enfermos se lo pueden permitir. Hoy y siempre he luchado contra la amargura que a veces quería instalarse en mi alma, pero nunca lo logró porque en ella habita Dios que me ha enseñado a llevar con alegría las cruces de la vida.