Este domingo me he levantado temprano por si había la posibilidad de que alguna de mis hijas me acompañará a la parroquia a celebrar la eucaristía. No puedo explicar muy bien lo que me pasó, pero algo dijo mi hija Blanca que quizás.. seguramente malinterpreté y decidí quedarme en casa y dedicar más tiempo a estar en intimidad con Jesús para serenar mi corazón inquieto. Hice los estiramientos y los ejercicios de memoria por aquello de sentirme mejor y dediqué el tiempo a limpiar los cuartos de baño para descargar la energía negativa que sentía en mi interior. Después de comer me sentía muy cansada y dormí una siesta más larga de lo habitual, algo que no me sentó del todo bien y a lo largo de la tarde seguía con un mal estar que mi pésima memoria o quizás mi irratibilidad no me dejaban discernir si el ambiente que había en casa era por algo que yo había dicho o hecho o simplemente era fruto de mi imaginación. Como no estaba segura decidí optar por el silencio y cada miembro de la familia se fue por su lado y yo recuperé mi calma. No puedo echar toda la culpa de lo que me pasa a las secuelas del derrame, al hecho que las bajas temperaturas de hoy me hayan subido la espasticidad. Tengo que ser consciente que hay momentos en los que no puedo conseguir por mis medios lo que deseo por mucho que me esfuerce. Sé que mañana estaré mejor porque haré todo lo posible para que así sea, pero sobre todo porque me volveré a encontrar con el Señor y me quitará todo el desánimo para hacer de mi testigo vivo de un encuentro que renueva constantemente.