Algunas veces me pregunto si las palabras que elijo tienen la claridad necesaria para ayudarme a transmitir lo que siento, para asegurarme tengo que sentarme cada día y tener un rato de intimidad con Jesús para inspirarme y plasmar con mis palabras Su Palabra. Gracias a ese momento, lo creáis o no, comienza mi día con un objetivo claro: llevar a mi vida su propuesta. Ya no sé vivir de otra manera, me perdería y tampoco verían mis ojos lo que me hacen ver Sus ojos. Esta mañana Alberto y yo fuimos al puerto aprovechando cada rayo de sol. Al regresar a casa me di cuenta que el trayecto apenas me había cansado y recordé lo mal que lo pasaba cuando al principio de la enfermedad mi madre quedaba conmigo en ese mismo lugar y yo tenía que fingir que estaba a gusto. Ella no tenia ni idea de como me sentía porque yo no se lo decía ya que en ese momento únicamente compartía mi dolor con Jesús porque Él era el único que me entendía, que sabía por lo que estaba pasando y eso fue lo que me salvó, por esa razón no puedo evitar hablar de mi experiencia con Él para que muchos otros sepan a quien pueden recurrir cuando estén desorientados