Esta mañana tuve que anular una cita con una amiga por el mal tiempo pero eso no me ha impedido aprovechar el día. Lo primero que hice después de ducharme fue hacer unos cuantos estiramientos para estar a gusto con mi cuerpo e inmediatamente después sentarme a hacer un rato de oración con la garantía de saber cómo debo vivir la jornada para que todo me vaya bien. Jesús me invitaba a vivir el día con alegría imitando a las dos mujeres que hoy protagonizaban la lectura del evangelio. Impregnada de la Palabra saludé a dos personas que están viviendo un momento difícil en sus vidas para transmitirles esta emoción con la esperanza de poder subirles el ánimo. No estoy segura de haberlo conseguido porque la alegría es algo que no depende de nada exterior, pero compartir aquello que me beneficia es para mi una necesidad.