Ayer fui a Coruña a inyectarme la toxina botulímica, ese medicamento que acompañado de la fisioterapia nos permite a los enfermos como yo descansar unas semanas de la carga que supone vivir con espasticidad. Tuve la ocasión de ver a mi prima Mar y también a la que durante un tiempo fue mi psicóloga, Concha, convertida más tarde en amiga. Nuestro reencuentro ha supuesto una alegría pero además fue una ocasión para compartir con ellas lo que en este momento me pide la vida,: transmitir el mensaje de Jesús siendo testimonio del proyecto de Dios concretando en obras mi testimonio.