Aunque he leído bastante acerca de mi enfermedad parece que no lo suficiente, porque cuando el jueves me explicó mi fisioterapeuta que la espasticidad no se cura, os aseguro que me sorprendió bastante. Desde entonces le he dado vueltas a la cabeza cargando mi mente de pensamientos sobre la manera de actuar frente a esta realidad. Confío en que poco a poco iré asumiéndolo pero nunca dejaré de buscar la manera de mejorar mi calidad de vida a pesar de lo que asegure la ciencia, porque con espasticidad o sin ella seguiré creyendo que Jesús me seguirá acompañando cada día para no derrumbarme y convivir serenamente con mi espasticidad.