Esta mañana después de la rehabilitación, Carolina, mi fisioterapeuta, y yo bajamos a Loli, la tienda que está al lado de mi casa para entrenarme y conquistar la meta de algún día ir yo sola. Bajé con una bolsa y compré una bolsa de patatas de sobre que me había encargado mi hija Loreto que era hoy la encargada de hacer la comida. Desde el momento que salí de casa hasta que volví no precisé ayuda de ningún tipo aunque os aseguro que todo el proceso requirió por mi parte un control paa evitar que el miedo hiciese una de las suyas, algo que logré al cien por cien porque recordé aquello que ya os dije alguna vez sobre el hecho que Dios no me va a poner donde su brazo no me pueda sostener