Aunque Alberto, mi personal trainer, está un poco resfriado me ha propuesto ir a hacer la caminata, algo que no he querido desperdiciar porque ha amanecido un día espectacular. He vuelto a hacer un buen tramo sin bastón aplicando las pautas que me dijo ayer Carolina, mi fisioterapeuta, intentando mantenerme erguida imaginando una cuerda que tira de mi cabeza hacia arriba.Todavía me cuesta bastante mantener la atención a todo lo que se me exige para conseguir una manera de andar lo más normalizada posible, pero sé que estoy en el buen camino, el camino de la vida que se me devolvió después del derrame cerebral, un regalo que me hizo Dios y que tengo el deber de fructificar.