No son pocas las ocasiones en las que dejamos de hacer cosas que podrían beneficiar a otros o a nosotros mismos por desgana, por miedo o porque creemos que no vale la pena arriesgarse. A lo largo de mi enfermedad ha habido de todo un poco, pues no siempre he tenido la valentía de arriesgarme a hacer cosas que me suponían un esfuerzo extraordinario pero hay algo a lo que nunca he temido, a hablar claramente de mi relación con Jesús, algo que me gusta compartir con todos vosotros mis queridos lectores sin importarme lo más mínimo ser imprudente.