Es verdad que somos animales de costumbres y que hay acciones que repetimos sin pararnos a pensar si con ellas herimos a alguien o nos estamos haciendo daño a nosotros mismos. Somos capaces de juzgar a la ligera a personas que no nos parecen buenas y tenemos la osadía de actuar como jueces supremos. Esta enfermedad me permite indagar en un montón de cosas a las que antes no le dedicaba el tiempo necesario para saber que todos podemos cambiar.